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por María Corina Machado

@MariaCorinaYA

 

Venezuela atraviesa una pesadilla de carácter político, económico, social y moral que la ha convertido en un Estado fallido en manos criminales. Existe un camino para detener y revertir la tragedia, pero debemos transitarlo de inmediato, pues está lleno de obstáculos y el tiempo opera en nuestra contra. El costo de superar la crisis es inmenso. Sin embargo, hay que asumirlo de manera decidida, como lo estamos haciendo.  De lo contrario, las consecuencias serían intolerables.

Es urgente que comencemos a transitar este camino.

Al convocar ilegalmente una asamblea constituyente, Nicolás Maduro ha cerrado la puerta a la última oportunidad para Venezuela de llegar a una solución exclusivamente electoral.  Todas las vías institucionales hacia el cambio, tales como un referendo revocatorio y elecciones regionales, han sido bloqueadas por un régimen que viola sistemáticamente las libertades fundamentales y los derechos humanos a fin de mantenerse en el poder.

Al no tener ningún recurso para hacer valer nuestra voluntad, los venezolanos hemos tomado las calles durante más de 50 días seguidos. Es una gesta épica para recobrar la democracia.  Nuestra voluntad es inquebrantable, a pesar de la brutal arremetida del régimen en nuestra contra.

Más de 57 ciudadanos, la mayoría apenas mayores de veinte años, han sido asesinados.  Hay miles de heridos. Más de 2.500 personas han sido detenidas arbitrariamente.  Algunos han sido sometidos a juicios sumarios y sentenciados por tribunales militares por haber ejercido el derecho constitucional a protestar pacíficamente.

El régimen ya no puede ocultar al mundo su carácter dictatorial.  El apoyo internacional a la causa democrática se ha desbordado y el soporte interno del régimen se está desmoronando a medida que pasan los días.  Antiguos partidarios del régimen, como la Fiscal General y algunos miembros del Tribunal Supremo, han decidido sabiamente apoyar la Constitución frente a quienes la violan abiertamente. 80% de la población exige un cambio de gobierno. En vista de este hecho innegable e inocultable, la camarilla que gobierna se vio obligada a radicalizar aún más sus acciones represivas y asesinas.

La ruta de acción inmediata para lograr el cambio es clara y concreta.  Para hacerla efectiva, estos son los pasos que nos ayudarán a seguir adelante:

En las calles los venezolanos vamos a continuar y extender la presión ciudadana con las manifestaciones pacíficas que están consagradas en nuestra Constitución.

Las Fuerzas Armadas deben cumplir y hacer cumplir nuestra Constitución.  Los soldados venezolanos deben dejar de accionar sus armas contra ciudadanos que luchan por su libertad.  Deben pronto comenzar a desobedecer las órdenes de reprimirnos.

La comunidad internacional debe continuar recordándoles a las Fuerzas Armadas Venezolanas, y a todos en la cadena de mando, que los crímenes de lesa humanidad cometidos por los represores del régimen son imprescriptibles y no quedarán impunes.

La Asamblea Nacional, electa mediante el voto de 14 millones de venezolanos en diciembre de 2015, será reconocida como único órgano del poder público con suficiente legitimidad de origen y desempeño para orientar un proceso de transición a la democracia.

La dirigencia política del país está comprometida con el establecimiento de un amplio acuerdo político nacional que abarque a todos los sectores de la sociedad, incluyendo aquellos sectores del oficialismo democrático dispuestos a competir en un marco de institucionalidad, pluralismo y respeto de las normas básicas de la democracia, la libertad y el apego a los derechos humanos fundamentales.

De este gran acuerdo debe surgir, apoyado siempre en la innegable legitimidad de la Asamblea Nacional, un gobierno de transición de unidad democrática con la misión de restablecer el Estado de Derecho –y la cordura− en Venezuela.

Este proceso debe tener como prioridad obtener la ayuda humanitaria necesaria para resolver nuestra crisis de salud y alimentación.  Al mismo tiempo debe resolver el problema interno de inseguridad, resultante de la amenaza de grupos paramilitares que ponen en riesgo la estabilidad y gobernabilidad del país.  Se implementarán medidas para estabilizar la economía y recuperar el sistema judicial y el poder electoral.  Todos los presos políticos serán liberados.

Una vez restablecido el Estado de Derecho, el Gobierno de Transición estará en el deber de llamar prontamente a elecciones presidenciales libres.  Solamente a través de elecciones libres, universales, transparentes y acompañadas por la comunidad internacional, los ciudadanos podrán elegir un nuevo y legítimo gobierno que abrirá las puertas a una Venezuela libre y soberana.

Venezuela paga con la sangre de sus jóvenes el empobrecimiento deliberado de toda la nación, perpetrado a través del engaño cómplice de una camarilla corrupta y obscena.  Hemos aprendido la lección.  Que no se confunda dignidad con ingenuidad.  Corren las horas últimas de una dictadura brutal, mafiosa y devastadora. Subamos nuestra alerta pues prepara sus desesperados golpes finales.

Ahora que conocemos nuestro poder en la lucha por la libertad, Venezuela está más unida que nunca.  Ha llegado el momento de vencer, ha llegado la hora de la libertad.

Fuente original: The Washigton Post del 31/05/17