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La semana pasada, junto al diputado William Dávila, tuvimos la oportunidad de asistir e intervenir en una mesa redonda convocada conjuntamente por el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) y Mi Mapa Incluye el Esequibo.

Un distinguido grupo de expertos en la materia, compartieron sus inquietudes en torno a las consecuencias de la consabida crisis del país respecto a la histórica reclamación, contribuyendo a nuestra propia actualización sobre los difíciles asuntos que la transición democrática heredará en un ámbito que el hoy ocupante de Miraflores cree de su muy exclusiva, improvisada, arbitraria e incontrolada competencia.

En definitiva, por todos estos años, los problemas fundamentales que nos aquejan, agravándose ilimitadamente, ya no admiten más postergaciones por obra del enfermizo continuismo del poder establecido: siéndolo en sí mismo, no es posible correr más la arruga. El rostro visible de un mecanismo perverso como el de la llamada polarización, suerte de comodín para el analista perezoso, tiene por rostro invisible, ajado y burlón, el de una asombrosa banalización de los asuntos que exigen un debate sobrio, profundo y coherente.

Previsible, una compleja agenda en el siempre árido terreno de la política exterior, requerirá de la imaginación y audacia, pero también de la experiencia y el profesionalismo de una cancillería que tendremos que reconstruir. Sin embargo, al finalizar el citado evento, entre otras, permanecen dos inquietudes.

De un lado, en el marco de todas las urgencias impuestas por la confabulación del Ejecutivo contra el Legislativo, está pendiente un serísimo proyecto de acuerdo debatido en el seno de la Comisión Permanente de Minas y Petróleo de la Asamblea Nacional, por cierto, cuyo solo borrador provocó la irritación de Georgetown. A propósito de los trabajos petroleros realizados en la fachada atlántica, aborda solventemente la situación y concluye en sendas propuestas que todavía no llegan a la sesión plenaria del parlamento, esperando respuesta de la Consultoría Jurídica, siendo una de ellas la conformación de una Comisión Mixta o Especial que, por cierto, tuvimos a bien sugerir meses atrás en la cámara.

Y, del otro, en marcha el fraude constituyente, en el supuesto negado de instalarse esa tal asamblea, corre un inmenso peligro el principio del uti possidetis iuris, ineludible en todas las constituciones con las que ha contado Venezuela, cuya desaparición suscitaría el entusiasta, agradecido y duradero respaldo a la dictadura venezolana por Guyana y los países aliados del Caribe. Una indispensable dosis de realismo del vecino país, le permitiría ponderar y reparar en la insustentabilidad de una hipótesis que complicaría innecesaria y peligrosamente el conflicto, afectando aquellos intereses que sólo salvaguarda un tratamiento pacífico de la materia.

@LuisBarraganJ