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Mientras escribo este artículo, voy recorriendo parte de mi país en un autobús. Mientras lo escribo, se desnuda una realidad que, por más que uno conoce, no deja de sorprender. Venezuela no sólo está en crisis; está destruida por doquier. Lo más preocupante es el diagnóstico que algunos hacen de esa realidad que golpea, pero que apremia a la vez.

La semana que recién pasó dejó un sabor amargo en quienes creemos en la democracia. Como lo afirmé en mi artículo anterior, uno espera que conductas antidemocráticas surjan de quienes han hecho de la represión, el autoritarismo y hasta el totalitarismo, su forma de gobierno; pero nunca que esas conductas aparezcan en el seno de los que, se supone, luchan día a día para transformar a Venezuela.

Hoy puedo decir con toda seguridad que la Mesa se tambalea. Me refiero puntualmente a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), quien optó, en momentos que ameritan sumar, por excluir a piezas claves en la lucha por reconquistar la libertad. Lo peor no es que se excluyan figuras clave y miembros representativos de la sociedad civil, sino que esto también ocurre con partidos políticos enteros… ¿Quién diría que los inhabilitados serían doblemente víctimas, por sus adversarios y compañeros de lucha a la vez?

A mi alrededor encuentro decepción, no porque la lucha esté perdida sino porque pareciera que algunos están jugando a perderla. La Mesa que siempre ha demandado solidaridad, es la que menos ha sido solidaria. Los partidos hegemónicos que la tienen secuestrada y alejada del diagnóstico sensato de la realidad, rápidamente ocuparon espacios que los inhabilitados y los partidos intervenidos dejaron. La lucha pasó a ser un tuit o un comentario, pero todo se trató de una parcela de poder, de la cuota, como si Venezuela fuera eso: un botín. Nada diferente de lo que hemos visto en los últimos años.

Muchas cosas hoy deben preocuparnos. La primera es que pareciera que existen liderazgos de primera y de segunda, que existen unos más perseguidos que otros, cuando en realidad todos hemos sido víctimas de la más grande estafa de nuestra historia traducida en control, sumisión y humillación; la segunda es que hay cosas buenas para unos y malas para otros. Para muchos, algunos partidos existen cuando les conviene, pero cuando no es así, no cuentan. ¿Lo más grave? Imitan casi al calco la actitud del régimen: vetan y violan el derecho a disentir, a ser diferentes. Se niegan a reconocer lo que el gobierno tampoco reconoce: la vida en democracia, aunque no la tengamos pero la anhelemos; la tercera es cómo se la ha dado la espalda a la sociedad civil entera. Subestimar, ignorar e incluso silenciar a la sociedad civil es garantía segura de un fracaso. ¿Por qué esos «cupos» que ilegal y arbitrariamente no podrán presentarse a la Asamblea Nacional (AN) no fueron asignados a sectores de la sociedad civil que tanto ha dado y perdido en estos años? ¿Por qué interpretan y creen saber lo que la gente quiere? ¿Por qué algunos partidos guardan silencio, toman los espacios y ni siquiera han sido afectados por el régimen? Esto deja mucho que pensar.

Me cuesta creer que haya tal grado de ¿indolencia? ante lo que vive nuestro país. Es inaceptable, y hasta irresponsable, que ante un país destruido que está pidiendo a gritos un cambio, haya algunos matándose por espacios, curules, listas y por cuál color será el que más brillará en una nueva AN que luce tan lejana como el enfoque que ellos tienen sobre lo que vive ésta nación hoy. Pensar en cambio en esos términos, máximo será un cambio de color pero no de tragedia, como ya lo he reiterado.

Claramente el régimen ha optado por forzar el juego de cara al próximo 6 de diciembre: no aceptar observación internacional calificada, inhabilitar, intervenir judicialmente partidos, retar y, evidentemente, demostrar que controlan todo. ¿Lo más insólito? Que la MUD diga que eso no importa, que hay que seguir, que no hay que perder el foco y que votando mayoritariamente la cosa estará resuelta, como por arte de magia (y como si en procesos anteriores la votación no ha sido contundente). Un diagnóstico más miope que ese no hay, salvo el de que una nueva AN cambiará todo lo que está mal, así de repente.

Lamentablemente la MUD hoy no está preparada para asumir las elecciones que están en puertas, si es que llegamos hasta allá. Sólo estamos contribuyendo a legitimar el desastre, sin claridad y sin visión más allá de lo que el hoy nos ofrece. No me quedan dudas de que cada una de las cosas que la MUD ha venido haciendo en las últimas semanas, nos aleja cada vez más de un posible triunfo. La Unidad, que trasciende a la MUD, hoy se encuentra con el diagnóstico errado de un grupo que cree que sólo sus visiones son las que valen, en lugar de articular todas las visiones que allí se presentan. Han vuelto de la MUD un privilegio y de la Unidad lo que ellos creen como tal.

Pero esta semana también dignos liderazgos dieron una lección magistral de lo que significa saber cuándo es momento de ver más allá de las coyunturas, de dejar a las ambiciones matándose por una silla, mientras Venezuela exige que se le preste atención y actuar en consecuencia. Esos que actuaron como estadistas, dando una lectura concreta de la realidad y su futuro incierto pero que se puede cambiar, entendieron que nuestro país es más que un saco de votos y la historia les dará la razón. No hace falta salirse de la MUD, pero sí criticarla, pues sus acciones excluyentes e insensatas, son las que están marcando su futuro, tan incierto como el de ese país que no sabemos qué nos ofrecerá mañana. Quienes dieron ese paso sensato seguirán luchando por una nación libre, próspera y democrática, con la Unidad de todos las fuerzas de la sociedad como propósito, más allá de lo que unas sillas pretendan reconocer como país y sus liderazgos.

La MUD ha tenido grandes oportunidades. Tuvo uno más y prefirió no ponerse a la altura del reto. Ojalá el 7 de diciembre no haya que explicar algo diferente al triunfo, porque será allí, cuando sus errores y su escasa visión la pongan en evidencia, que no habrá tiempo de explicar a Venezuela tantos «por qué».

La Mesa se tambalea, pero no porque quienes la componen quieran romperla, sino porque el país entero, en crisis y destruido, hoy les pide una sola cosa: que el objetivo, en serio, sea Venezuela; la Venezuela de todos.

Twitter: @Urruchurtu