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Para que la propaganda se imponga a la realidad, necesita del silencio de quienes sabemos la verdad

Hasta hace solo una semana, el ambiente en Argentina era muy diferente al de hoy: soberbia entre los oficialistas y resignación entre los opositores. Doce años de kirchnerismo en el poder, grandes recursos económicos, el control de muchos medios y el miedo como arma más efectiva, habían hecho que todo el mundo se convenza de que su candidato, Daniel Scioli, iba a ganar cómodamente las elecciones presidenciales. Tan seguros estaban de eso, que incluso confiaban en hacerlo en primera vuelta.

Por eso, cerca de la media noche del día de la elección y el gobierno no daba los resultados que había prometido para las nueve de la noche, el clima empezó a cambiar. El búnker de Cambiemos, la alianza que aglutina a varios partidos de oposición que apoyan la candidatura de Mauricio Macri, empezó a llenarse de alegría y de gente que nadie conocía, pero que quería estar presente en una noche que ya se tornaba épica. Cuando finalmente se publicaron los primeros resultados que reflejaban prácticamente un empate en la elección nacional y la sorprendente victoria opositora en la provincia de Buenos Aires, Argentina ya había cambiado.

Aunque se encuentran en extremos opuestos del continente sudamericano, son muchas las similitudes que existen entre ese país y el nuestro. Especialmente en la última década, en la que el kirchnerismo importó el modelo chavista con resultados muy similares, la realidad de ambos países se acercó aún más en su tragedia.

Venezuela es el país con la inflación más alta del mundo, Argentina el segundo en la región. En nuestro país padecemos un control de tipo de cambio que ha destrozado nuestra economía, en Argentina, el “cepo cambiario” también hace estragos con la de ese país. En nuestro país, existe un control hegemónico de los medios; algo muy parecido ocurre en Argentina, aunque todavía sobreviven algunos periódicos y canales de televisión independientes que dan una admirable lucha por la libre expresión. Tanto acá como allá, el caudillismo es exacerbado por quienes buscan mantenerse en el poder, incluso haciendo uso y abuso de la imagen de sus “supremos líderes” ya fallecidos, como Hugo Chávez y Néstor Kirchner, y enfrentando enemigos imaginarios como los imperios y las conspiraciones.

Jorge Lanata, quizás el más famoso periodista argentino en la actualidad, denominó la intención del gobierno populista de su país de venderle a la gente una realidad que no existe como “el relato”. Aquí, los que gobiernan hace 17 años insisten en hablar de un país que existe solamente en su imaginación, mientras millones de venezolanos viven escasez, colas, violencia y miseria. Es en base al “relato” criollo que el régimen chavista quiere perpetuarse en el poder. Sin embargo, para lograrlo, tendrían que superar la resiliencia de muchos valientes que no se cansan y no se rinden.

Por eso, no sorprende que el sentimiento que arrope hoy las filas rojas sea la angustia. Ellos saben tan bien como nosotros que no tienen posibilidad de ganar “a la buena” las próximas elecciones parlamentarias. Seguramente, conscientes de su dramática realidad política y económica, están buscando cualquier forma alternativa de hacerlo, “a la mala” o, como el mismo Maduro dijo, “como sea”.

No existe aliado más poderoso del “relato” que la resignación y el miedo de los otros. Para que la propaganda se imponga a la realidad necesita del silencio de quienes sabemos la verdad. En Argentina se respiran aires de cambio, gracias a quienes levantaron su voz incluso en las peores horas y hoy empiezan a saborear su recompensa.

El lunes, la mayoría de los argentinos amaneció como si hubiera despertado de una pesadilla que duró 12 años. Lo mismo puede pasar aquí el 7 de diciembre, si todos hacemos la tarea no solo de votar, sino también de estar dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para que se respete la voluntad de la mayoría.

Esa es la única manera de alcanzar en Venezuela lo que se acaba de lograr en Argentina: hacer posible lo imposible.

Twitter: @MiguelVelarde