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Hace unos días, conversaba con alguien de mi familia acerca de las actividades que posiblemente se darían en febrero. En la conversación surgió la expresión «seguramente si hay marcha, habrá riesgo»

Esa frase me quedó dando vueltas en la cabeza, y con la velocidad a la que van los acontecimientos nacionales, más claro me ha quedado su significado.

Ciertamente, conocido que estamos en dictadura, es lógico esperar que, ante cada manifestación en la calle –desde la más simple como repartir agua en una cola hasta la más aguerrida como las marchas y trancas recientes– haya represión, y por consiguiente, riesgo. Y más aún luego de la aprobación de la resolución #008610

Sin embargo, el riesgo al que más le temo no es ese. El que me quita el sueño, no es el riesgo arriba descrito.

Me angustia el riesgo que corremos si no actuamos ahora, y nos dejamos arrebatar definitivamente el país. Me mortifica el riesgo de que nos quiten los pocos espacios que quedan para el verdadero debate de las ideas. Me exaspera el riesgo que tenemos de conformarnos con una libreta de racionamiento, como premio de consolación para un ciudadano disminuido, resignado, humillado de tantas colas, carestía y escasez. Me desespera el riesgo de silencio voluntario de algunos grupos para que no «nos quiten» el montón de regulaciones y controles disfrazados de ventajas, como CADIVI, SICAD y ahora SIMADI.

Habrá riesgo, ciertamente, de más represión. De eso no cabe ninguna duda. Pero me parece mucho más grave el riesgo de que apaguemos nuestras voces, dejemos de reclamar nuestra libertad, dejemos de ejercer nuestra ciudadanía.

Seguramente, habrá riesgo de más detenciones arbitrarias, de más líderes políticos enjuiciados, de más jóvenes torturados, enterrados en vida en lugares como la tumba. Pero me atemoriza más el riesgo de que todos ellos se vayan apagando en esas prisiones, porque no tuvimos el arrojo de seguir reclamando que los liberen, que no haya más tortura, que cierren esos horribles lugares.

El panorama no se ve fácil. Para nada. ¿Y quién dijo que lo sería? Pero es en las circunstancias más duras, donde la valentía, la decisión y el compromiso del venezolano siempre ha salido a relucir, siempre ha dado la cara. Y esa es la apuesta a la que voy, por la que trabajo y lucho cotidianamente.

Nos han criticado la falta de unidad en la oposición, y entonces surge el Congreso Ciudadano por la Reconstrucción Nacional, como la plataforma más amplia e inclusiva, que articula a los ciudadanos desde la base, y que ha demostrado que somos capaces de organizarnos y trabajar por la defensa de nuestro país, en torno a propuestas, sin importar quién las hace.

Nos criticaron que en la oposición no teníamos una alternativa para el país, un plan concreto, y se presenta el Acuerdo Nacional por la Transición, una propuesta clara, concreta, para que entre todos, sin exclusión, reconstruyamos a Venezuela.

Por eso hay alboroto, represión, gritos y disonancias desde el régimen. Porque estamos de pie, porque tenemos respuestas. Porque sabemos qué queremos para Venezuela. Porque pedimos a gritos que Maduro renuncie, y de paso a la transición hacia la democracia, en paz.

No cedamos ni un espacio ganado. No corramos el riesgo de quedarnos sin país, sin ciudadanía, sin recuperar la democracia. Es el único riesgo que no quiero correr.

Sigamos adelante. Hasta vencer.

 @caramos61