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El panorama político mundial siempre ha estado en constante evolución, pero con la llegada del nuevo milenio y en especial luego de la Gran Recesión, la derecha y la izquierda tradicional comenzaron un gran viraje a nivel mundial.

En Latinoamérica, el Socialismo del Siglo XXI marcó la llegada del comunismo con un nuevo nombre, mientras en Europa luego de la crisis económica, partidos nacionalistas y comunistas surgieron alrededor del continente. Por otra parte, en los Estados Unidos, el movimiento hacia el centro que el Partido Demócrata emprendió bajo la presidencia de Bill Clinton, fue revertido con la candidatura más radical de su propia esposa, Hillary Clinton, y la del socialista de Bernie Sanders. Asimismo, la tradición de libre comercio y apoyo a la inmigración establecida por Ronald Reagan en el Partido Republicano fue descartada con la victoria de Donald Trump. Este nuevo panorama político lo conozco como el gran viraje, donde la derecha, conservadora en lo social y liberal en lo económico, opta por aislarse del mundo, y la izquierda, socialdemócrata desde finales del siglo XX, comienza un retroceso hacia el socialismo utópico.

La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela fue el suceso político más importante en nuestro país desde la caída de Marcos Pérez Jiménez. La elección de Chávez fue el inicio del movimiento del Socialismo del Siglo XXI en toda Suramérica. Para el año 2010, siete de los doce países de Suramérica estaban en manos de gobiernos socialistas o comunistas. Más adelante, fueron los años 2015 y 2016 los que vieron como algunas de las naciones más importantes de la región empezaron a retornar del oscuro viaje a la planificación centralizada que habían emprendido. Y aunque la victoria de Mauricio Macri en Argentina y la salida del poder de Dilma Rouseff en Brasil son una señal de alivio, estos no han tomado pasos diplomáticos para rescatar a sus naciones vecinas que siguen en el camino del socialismo.

Por otra parte, el continente europeo, más que virar a la izquierda o derecha, está dividiéndose profundamente. En España, aunque el Partido Popular salió victorioso en las elecciones del 2015 y su repetición en 2016, fue una victoria parcial. Esta victoria parcial, es tal porque PODEMOS es un partido que tiene el potencial, no solo de sacar a España de la Unión Europea, sino de convertirla en un desastre modelado a partir de Venezuela. Por otra parte, en Alemania, Francia, Italia, y los Países Bajos surgieron partidos populistas que apoyan parcialmente el libre mercado, pero que son proteccionistas, aislacionistas, y lo más importante, en contra de la inmigración masiva de refugiados.

Por último, en los Estados Unidos, Donald Trump sorprendió al mundo con su victoria en las elecciones del 8 de noviembre. Trump cambió al partido de Reagan al alejarlo de su posición favorable al libre comercio con otros países, y cementó la tendencia en contra de la inmigración que había comenzado en el partido con el Tea Party. De no haber cambiado hacia el aislacionismo, el partido Republicano no hubiera apelado a otros grupos en estados cruciales en la elección (el Medio Oeste) y la victoria de Hillary Clinton era asegurada. Una presidencia de Clinton hubiera continuado el progresivo camino en dirección al socialismo del que Hayek nos advirtió en Camino de Servidumbre. Por otro lado, el partido Demócrata también cambió, radicalizándose al dejar atrás su apoyo por el libre comercio como los republicanos hicieron. Además, los demócratas profundizaron la idea de regalar servicios a la gente y financiarlos con el trabajo de los ricos.

Asimismo, Bernie Sanders se convirtió en el primer candidato en la historia que se identifica como socialista en participar en unas primarias demócratas. Pero lo preocupante no es la victoria de Trump, ni la participación de Sanders, sino el creciente grupo de personas, en especial profesores y estudiantes universitarios, que en los Estados Unidos apoyan una sociedad basada en la “justicia social” y la “equidad”.

La justicia y equidad a la que este grupo se refiere significan quitarle a los que ellos denominan como los opresores económicos, raciales, y sexuales (el demonizado hombre blanco de clase media), para darle a las oprimidas, desvalidas, y pobres minorías étnicas. Las ideas repugnantes de la izquierda son simplemente otro intento de división, esta vez no basado en clase, sino en etnia y sexo también. Extraer el fruto de trabajo a los blancos y a los hombres para darle a las minorías étnicas y a las mujeres es denigrante para estos últimos, que no necesitan quitarle nada a nadie para ser exitosos y salir adelante. Otra gran preocupación es el grupo de personas que anhelan volver al pasado, uno donde los Estados Unidos eran la gran potencia manufacturera, y los trabajos de “Blue collar” (de fábrica) eran abundantes y bien pagados. Este segundo grupo cree que acabando con la inmigración al país y aplicando aranceles de importación “salvarán trabajos” y volverán al pasado glorioso. Trump provee de una oportunidad al Congreso, en manos de los republicanos, de eliminar regulaciones y disminuir el gasto y los impuestos. Sin embargo, hay que entender que su victoria no fue de la libertad, sino una derrota de la izquierda a manos del aislacionismo y el anti gobierno, la cual nos beneficia por los momentos.

La nueva derecha global se dedica a aislar naciones unas de otras para preservar tradiciones y costumbres, pero mantiene las promesas de libre mercado en lo interno. Por otra parte, la vieja izquierda, socialista pero reinventada, está más ávida que nunca por expropiarle su propiedad a unos para dársela a los otros (a ellos). Nosotros podemos celebrar la derrota de la izquierda en Estados Unidos y las que vendrán en muchos países europeos. Sin embargo, debemos prevalecer ante los aislacionistas y proteccionistas, o de lo contrario los amantes de la libertad seremos extintos del espectro político por el ánimo de derrotar a nuestro oponente a todo costo.