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Un término cómodo y de usos múltiples, el “capitalismo” se erige como otro de los  espantapájaros que ventila el gobierno para satanizar a la oposición. Dándole cierto toque de vanidosa universalidad a sus inexplicadas e inexplicables propuestas, intenta desarrollar el temor “ideológico” entre los sectores más desinformados de la población, aunque sus propios partidarios no saben responder ante  una sencilla pregunta: ¿simpaticemos o no con la “formación social”, es que provenimos de un desarrollo propiamente capitalista de ya muy agotadas posibilidades en Venezuela?

Igualmente ocurre con el otro vocablo, “obrero”, útil para adjetivar a Nicolás Maduro, como si fuese suficiente para hallarle alguna prestancia a un gobierno que, en nada, lo es. Valga la paradoja, contrariadas las consabidas tesis para la construcción del socialismo, el actual régimen no sólo ostenta el prolongado y firme rechazo de los trabajadores, cuyas organizaciones más legítimas ha combatido con saña y ferocidad, añadida su proverbial derrota en los ya remotos comicios de la CTV, sino que logró el contramilagro de la desproletarización: convirtió a los obreros calificados en desempleados sumergidos en la marginalidad, con todas las consecuencias del caso.

La “patria” es otra de las expresiones genéricas que les sirve para atemorizar con el empleo alevoso de la maquinaria propagandística y publicitaria, trastocada toda oposición o disidencia en apátrida, además de capitalista y anti-obrera. Por ironía, censura y bloqueo informativo mediante, este mismo gobierno de más de década y media, ha subastado los más altos intereses del país y será suficiente ejemplificarlo con la injerencia de la dictadura cubana, las concesiones petroleras y mineras que ha tratado de disfrazar, el llamado Fondo Chino, la conducta asumida con Guyana, la fuga delictiva de capitales.

Recientemente, en un debate parlamentario relacionado con el caso de nuestros presos políticos, escenificado en Iberia, un testigo presencial, el joven opositor venezolano Wilmer Baute, interrumpió al diputado Pablo Bustinduy de PODEMOS, con el grito de “¡Libertad para Venezuela!”. Reflejan las redes sociales que Pablo Iglesias inmediatamente hizo un giro y, con los dedos acentuando sus ojos, respondió: “¡Ya os tenemos fichados!”.

Quizá Iglesias, por cierto, acusado por el ex – gobernador aragüeño Rafael Isea de la recepción de casi siete millones de euros, por  cortesía de Chávez Frías, ya está hartándose de las protestas que suscita su relación con el régimen venezolano, entre propios y extraños, pero lo cierto es que el “fichaje” constituye una peligrosa abstracción, porque tiene – además del gesto circunstancial en la cámara –  ciertas connotaciones revanchistas y hasta policiales. No quisiéramos pensar que, ayudando al seguimiento y las pesquisas de nuestra embajada en Madrid, es un soplón o informante de las individualidades y organizaciones que, bajo una forzada emigración, no olvidan ni olvidarán jamás a la Venezuela que les duele en lo más profundo del alma.

@LuisBarraganJ