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La sociedad contemporánea fiel a la evolución democrática y enmarcada siempre en el seguimiento de la ley, como esencia del orden fundamental de cualquier nación, requiere una profunda revisión ante la importancia del derecho, de la obtención de justicia, de la legitimidad de los poderes, de la jerarquía de las leyes y de la conciencia de grupos o comunidades que conviven alrededor de intereses encontrados, pero regulados por normas supremas que deberían ser inobjetables y equitativas ante la pluralidad de factores que existen en el mundo moderno.

El buen gobierno reside en el Estado de derecho. Si hay algún elemento, más que cualquier otro, que constituye el núcleo interno de la democracia y distingue una sociedad progresista y moderna de una sociedad atrasada y medieval, éste es el Estado de derecho. Se trata del funcionamiento imparcial del Estado, que da dignidad a los débiles y justicia a quienes carecen de poder. Garantiza la separación de poderes y salvaguarda a los ciudadanos de las arbitrariedades del poder absoluto. Protege las libertades individuales y las libertades civiles. Sin la protección del Estado de derecho, una democracia puede caer rápidamente de la regla de la mayoría a la regla de la masa. Hay suficientes ejemplos, incluso en el mundo actual, que nos advierten de que las sociedades que carecen de un Estado de derecho eventualmente vivirán bajo el Estado de la jungla, donde el poder tiene la razón y quienes tienen las armas establecen las reglas.

Los que detentan el poder ejecutivo tienen una especial responsabilidad en el respeto del Estado de derecho y las instituciones civiles y libertades que le acompañanCuando aquellos que están encargados de mantener la ley la subvierten, perpetran el acto más odioso contra la conducta civilizada en democracia. Esto es verdad no sólo dentro de los países, sino también en un plano internacional, entre países. Los códigos de conducta se pueden mantener sólo con el ejemplo y el estímulo de quienes han sido investidos de poder y autoridad. Cuando aquellos que detentan este poder y autoridad actúan con alevosía y con absoluto desprecio del espíritu del derecho internacional o contra el sentimiento público, se crea un clima de ausencia generalizada de derecho que, a la larga, genera muchos más problemas que los que soluciona. Por lo tanto, diría que es la particular responsabilidad de los principales países y de los organismos internacionales establecer ese ejemplo, no sólo de una conducta que respeta la ley, sino de una conducta apropiada.

Un buen sistema de gobierno significa confianza en sí mismo, no en el sentido de una consigna política, sino en el de una confianza en los propios corazones y mentes de los ciudadanos. Al mismo tiempo, un buen sistema de gobierno significa apertura, mantener una mente abierta a nuevas ideas e influencias a los vientos del cambio. Ninguna sociedad ha alcanzado la grandeza atrincherándose tras puertas cerradas. Jwaharlal Nehru, el primer Primer Ministro de la India independiente y el principal arquitecto de la política exterior india, era un convencido de que la apertura era parte esencial del desarrollo de cualquier país. Se mantuvo firme para impedir que India tomara la vía del aislacionismo, porque, como señaló, para cada gran país, independientemente de su tamaño, el aislamiento significa estancarse mientras el mundo progresa.

Siempre es importante recordar aquel articulo 2 de la insigne carta democrática interamericana: “El ejercicio efectivo de la democracia representativa es la base del estado de derecho y los regímenes constitucionales de los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos. La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional.” Por tal motivo, la evolución de los pueblos depende exclusivamente de su pleno convencimiento participativo, plural, protagónico, equitativo, soberano, permanente mas allá de hombres o generaciones, y abierto a expresiones de entendimiento, dialogo y tolerancia, condiciones para el consenso, y no simple resultado de la visión única e impositiva de unos pocos, oportunamente señalaba el gran libertador de América, Simón Bolívar: “Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, ese Estado no debería existir; y al fin no existiría.”

Twitter: @Daniel_Merchan