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En Venezuela seguimos atascados en el discurso trasnochado de la lucha de clases

En las últimas décadas, el mundo ha cambiado a una velocidad inédita, en gran parte gracias a la tecnología y a la globalización. Las fronteras son cada vez más difusas, no solamente las geográficas, sino también las que antes separaban a los individuos en cuanto a sus oportunidades y desarrollo.

De la mano de este reordenamiento, vino también una nueva forma de liderazgo. Atrás quedaron las élites de apellidos compuestos o las que con base en su poder económico eran las dominantes. Hoy en día es un nuevo tipo de linaje el que guía al mundo, aquel que no se fundamenta en de dónde se viene o cuánto se tiene, sino de cuánto se sabe: la aristocracia del conocimiento.

Mientras la mayoría de países, incluso en la región, mide su progreso en términos de desarrollo, producción e innovación, en Venezuela seguimos atascados en el discurso trasnochado de una lucha de clases que solo existe en la mente de quienes aún no se enteraron que el Muro de Berlín cayó hace 25 años.  La “burguesía”, la “oligarquía” y el “pueblo” hace mucho que trabajan de la mano buscando generar riqueza para el bienestar de todos.

El problema con el conocimiento en nuestro país es que se ausenta no solamente en su forma más profunda. La mayoría de los ciudadanos carece también de la información básica que les permita formar una opinión educada sobre ciertos temas y, en consecuencia, fijar una posición. En parte, esto se le puede adjudicar al hecho de que existe una total hegemonía en el control de los medios de comunicación por parte del gobierno, los cuales en los últimos años se han convertido en mecanismos de propaganda.

Pero tampoco podemos negar nuestra responsabilidad como ciudadanos. En una era como la actual, donde los nuevos medios tecnológicos nos permiten acceder a información en tiempo real, con un poco de voluntad podríamos tener un nivel de conocimiento mucho mayor al que hoy gozamos. Si lo dudamos, bastaría con preguntarnos, ¿cuántos venezolanos saben que viven en el país con la inflación más alta del mundo? ¿Saben acaso que Caracas es la segunda ciudad más peligrosa del planeta? ¿Están conscientes de que el salario mínimo, en términos reales, es de los más bajos a nivel global: 75 centavos de dólar por día? Y, en relación a la educación, ¿sabrán acaso que en Venezuela el sistema es de muy baja calidad, no existe una estructura para la educación especial y los sueldos de los profesores son miserables?

Hoy, sumado a lo anterior, vivimos con una preocupación incluso mayor: la escasez de alimentos, de medicamentos, de seguridad y de muchas cosas más. Sin embargo, son pocos los que se toman un momento para reflexionar sobre la ausencia de, quizás, el elemento clave para resolver todas las demás: la escasez de conocimiento.

Twitter: @MiguelVelarde