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El problema es cuando se analiza esto en contexto y cuando ese contexto se llama Venezuela

Quizás muchos saben quién era Cotufa, pero para los que no son tan activos en las redes sociales, donde la historia se hizo viral la semana pasada, vale la pena hacer un breve resumen.

El 16 de mayo una perrita Poodle Mini, cuyos dueños habían nombrado Cotufa, fue llevada a una conocida peluquería canina en el este de Caracas. Según consta en la denuncia, la perrita llegó sin ningún problema de salud. Pocas horas después, la mascota fue entregada desmayada y con daño cerebral, lo que terminó en un desenlace fatal. Según diferentes versiones, esto fue consecuencia del maltrato animal que habría sufrido la perrita mientras se encontraba en el recinto.

La reacción no se hizo esperar. La noticia corrió rápidamente por medios digitales y redes sociales y hasta personalidades muy conocidas en el país se manifestaron “indignados” y “conmocionados” por este hecho. El hashtag #NoAlMaltratoAnimal fue tendencia en Twitter y el sábado se organizó una marcha, con decenas de personas vestidas de negro y muchas de ellas acompañadas de sus mascotas, en rechazo y condena a este abuso.

Hasta ahí, todo bien. El problema es cuando se analiza esto en contexto y cuando ese contexto se llama Venezuela. Vivimos en el país con la inflación más alta del mundo y que este año será de tres dígitos; con la moneda absolutamente devaluada –el viernes el dólar “paralelo” alcanzó los 422,54 bolívares y con eso el salario mínimo, en términos reales, es de 18 dólares al mes-; con niveles de escasez de un país en guerra; con índices de criminalidad de los peores de la región; con altas autoridades siendo acusadas de delitos graves a nivel internacional; con libertades y derechos fundamentales absolutamente restringidos; y casi nada de eso genera una reacción tan airada y de tanta indignación como la historia de Cotufa.

Nadie puede negar que lo ocurrido con la mascota es totalmente condenable. Lo que cuesta comprender es cómo, la misma semana, el secuestro de dos estudiantes de la universidad Santa María, el asesinato de un médico oncólogo del hospital de niños JM de los Ríos, los largos apagones en varios estados del país y las interminables colas en las puertas de los mercados no generan nada parecido.

Uno de los problemas que tenemos en Venezuela es la equivocada priorización de nuestros problemas y su banalización. Hacemos chistes de las tragedias, si no estamos asustados estamos resignados y lo que indigna a unos pocos es que muchos no se indignen.

Si de algo puede servir la historia de Cotufa es como termómetro de la crisis moral y de valores en la que hemos caído como sociedad. Si nos ponemos a pensar, no solo esta Poodle Mini fue víctima del abuso, la indolencia, la impunidad y la decadencia de unos cuantos que tienen secuestrada la paz de muchos. La mayoría de los ciudadanos sufrimos los mismos atropellos a diario y en todas partes.

Al final, pareciera que Cotufa somos todos.

 Twitter: @MiguelVelarde