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El año 1776, en términos históricos, es frecuentemente recordado por ser el año en que se firmó el Acta de la Independencia de los Estados Unidos de América, hecho ocurrido específicamente el día 4 de Julio, en la sede la Cámara Estatal de Pensilvania, Filadelfia. Casi cinco meses antes, a principios del mes de marzo, se publicaba en Londres, en formato de dos volúmenes, un libro que cambiaría para siempre a la humanidad, trayendo consigo grandes verdades sobre la interacción de los individuos en términos de economía, me refiero a: “Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”, conocido en nuestros días simplemente como “La riqueza de las naciones” cuyo autor fue el genial Adam Smith.

Antes de Adam Smith, nadie había explicado con tanta claridad y honestidad intelectual, ese sistema auto suficiente que hace progresar a las naciones y, para el que la libertad es esencial. Le debemos a él y su libro “La riqueza de las naciones” el descubrimiento del mercado libre como motor de progreso y prosperidad.  Un sistema no inventado por alguien en particular, al que la humanidad fue llegando espontáneamente gracias al comercio. Este intercambio continuo produjo la división del trabajo y con ello, el libre mercado como sistema distribuidor de recursos al que, sin saberlo y siquiera sin entenderlo, todos los miembros de la sociedad, compradores, vendedores y  productores contribuyen al progreso general.

Pero lo realmente trascendental y “revolucionario” que nos transmitió Smith a través de este libro, fue la insólita revelación de que, trabajando para alcanzar sus propios anhelos y materializar sus propios sueños, el hombre común y corriente contribuye a la prosperidad de todos. Esa “mano invisible” que impulsa a trabajadores e inventores, maestros y artesanos, barrenderos y artistas a cooperar en grupos sociales y cuya finalidad intrínseca es generar riqueza sigue siendo hasta hoy la mejor defensa de la libertad en el ámbito económico.

Resultó desconcertante y aún hoy sigue desconcertando a muchos, la idea de que no es el altruismo ni la caridad sino más bien el interés individual lo que impulsa realmente el progreso de las sociedades como un cuerpo cohesionado: “No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas.”

El mercado libre presupone la existencia no solo de la propiedad privada, porque la propiedad -incluso en manos de quien la hurtado- sigue siendo privada, sino que además esta propiedad debe ser legítima, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la división del trabajo y el rechazo de privilegios para individuos o grupos de individuos. Los grandes enemigos del mercado libre son los privilegios, el monopolio, los controles, las prohibiciones, porque siempre que se preserve, al menos en grandes márgenes la libertad, el sistema será eficiente.

Continuará en una segunda entrega…

José Daniel Montenegro
@dmontenegrov1
Coordinador estadal de formación de cuadros de @VenteBarinas