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Las cosas en estos tiempos han cambiado mucho. Hemos aprendido a valorar, añoramos momentos, personas, espacios, que anteriormente no apreciábamos lo suficiente, aprendimos a que “esas rutinas” a las que le huíamos, se han arraigado tanto a nuestra vida, que sin ellas, sentimos un vacío, difícil de llenar.

Añoramos sonrisas, que a veces veíamos ilógicas, personas que creíamos molestas o pesadas, añoramos espacios, donde era el sitio donde “tocaba ir” por no tener otro destino. Que increíble, a veces hasta siento, que hemos aprendido en su mayoría, a ser humanos.

Hemos respetado a la muerte, la estamos viendo de frente y nos ha tocado escondernos, aunque nos creamos invencibles podría caducar con nuestro tiempo, se nos ha ablandado esa coraza de superioridad, de sentirnos inmortales por estar jóvenes, por sentirnos a plenitud, sin embargo, nos estamos quedando sin consejos útiles, sin sabiduría, sin experiencia, nos estamos quedando sin abuelos, sin personas adultas que hayan vivido lo suficiente, sin esas personas que se supone, nos guiarían en el tiempo que les quedaba de vida.

Estamos aplaudiendo a personas, que siempre han debido estar en el escenario y no tras bambalinas, personas que cuidan la vida y que dejan la de ellos por preservar la nuestra, personas que hicieron un juramento hipocrático, que batallan horas, para poder restablecer nuestro orden interno, nuestra salud, muchas veces,  alejados de los suyos, pasando días sin ver a su familia. Nos sentimos quizá mal, ahora, porque en algún momento tratamos mal a la señora o al señor de la limpieza, porque pisamos sobre un piso mojado,  sin importar que alguien acabara de limpiar, que ensuciáramos y no recogíamos porque “para eso hay alguien que le pagan”.

Nos sentimos mal, porque alabamos y veneramos a ese que golpea una pelota con sus pies y nos “entretiene”, mientras veíamos en silencio cómo,  científicos y profesionales ganan miserias, para darnos a nosotros esa seguridad que creemos jamás se deteriorará y que hoy, añoramos.

El amor en tiempos de pandemia, siempre suele volverse más intenso, cuando estamos alejados de los nuestros, cuando estamos lejos de casa, lejos de nuestro hogar, tememos que quizá pasemos mucho tiempo sin verlos o quizá jamás los volvamos a ver. Nos sentimos vulnerables. Incluso, aun con miedo, inyectamos el “humor” para hacer creer que nada nos sucede, aun viviendo una pandemia mundial. Apreciamos ahora, el que “la naturaleza vuelva a su cauce” cuando contaminamos, cuando ensuciamos, dañamos y matamos, sin cuidar el medio ambiente, sin ver consecuencia alguna, incluso siendo conscientes de lo que hacemos, teniendo medidas en nuestras manos para ser parte de la solución y no del problema y preferimos hacer caso omiso. Irónico, siempre valorando cuando vemos que perdemos las cosas, cuando ya no las tenemos.

Ahora leemos, nos informamos, ya dejamos de lado,  quizá esos videos absurdos a los que solemos dar “like”. Ahora valoramos, ahora agradecemos, ahora miramos los verdaderos héroes, ahora aprendimos a respetar, volvimos a la cultura general de un simple “lavado de manos” de un simple “tapate cuando estornudas” o “no salgas si estas enfermo”.

Estamos maravillados con nuestro aire, con nuestros cielos, cada vez los miramos más claros, respiramos más puro. Estamos apreciando,  eso que solemos ver en fotos, en postales, nuestra tierra.

Ha habido muchas teorías de este virus que estamos enfrentando, que hablan de; nuevo orden mundial, de guerras biológicas, de disminución de la población, muchas teorías, sería bueno agregarle una ¡Nosotros somos el virus! Seria genial que no solo se consiga esa vacuna para un tal “covid-19”, seria esplendido conseguir otra,  que quizá se tarde más años en estudiar “la calidez humana”.

Como leí por ahí, todo esto nos ha hecho entender, que somos simples simios, simples animales en nuestras cuevas, que lo único que tenemos, son riquezas en papel, que nos ha valido madre los estudios y la tecnología, que nos está venciendo un enemigo microscópico que no invirtió en misiles, en bombas, en tanques, que es uno contra millones y que a pesar de ser un mal enorme que ha dejado sin respiración a muchos, a otros,  les ha cambiado el chip y nos ha enseñado que, somos simples mortales, que no importa nuestro estrato ni riquezas, todos somos vulnerables.

Ojala este amor en tiempos de pandemia, esta apreciación de las cosas, esa manera de valorar, de cuidar de preservar, la mantengamos siempre, no olvidar,  quiénes se enfrentaron a esto, quiénes pusieron la cara y quiénes verdaderamente nos protegieron.

 Antes y después que esto acabe, siempre es bueno, recordar.

María F. Bernal

TSU. Radiólogo e Imagenólogo.