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El régimen ha decidido acabar definitivamente con la universidad pública y autónoma, aunque la prefiere como rehén para negociar o, mejor, chantajear a la oposición. No es otra la conclusión que se desprende de la asociación escasamente habilidosa que hace el ministro usurpador del ramo con la llamada mesa de diálogo nacional.

A la vez, operan sendas campañas que reinciden en la violación de la Constitución y de la Ley de Universidades que no espera al cumplimiento del plazo impuesto a la Universidad Central de Venezuela, a través de la consabida sentencia del ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia de fecha 27/08/2019, susceptible de ampliar al resto de las casas de estudios.  E, incluso, también plazo  ordenado por la representación ministerial en el  Consejo Directivo de la Universidad Simón Bolívar, sin que medie el acto administrativo correspondiente, al menos, hasta nuevo aviso.

Recientemente, los profesores José Alberto Olivar, Jonás Estrada y Jorge Arellano, impulsaron  un cine-foro relacionado con la conocida película de Gustavo Arroyo Tovar en la casa de Sartenejas, empleando así un recurso pedagógico ya acostumbrado.  No obstante, aún antes de realizarse, desde las redes sociales y un programa televisivo del Estado, hicieron víctimas a los docentes de toda suerte de ataques, por lo demás, excesivos, tildándolos nada más y nada menos que de fascistas,  Por ironía, vejados y descalificados personal como profesionalmente, el fiscal usurpador se movió y, por supuesto, un tribunal prohibió el evento a las autoridades universitarias invocando la tal Ley Constitucional del Odio, manufacturada por la  espuria constituyente.

Una modesta y ordinaria actividad académica, desde sus inicios,  estremeció profundamente a la dictadura que está empeñada en (pre) fabricar el fascismo donde no lo hay, como  tuvimos ocasión de denunciar en una sesión plenaria de la Asamblea Nacional bajo absoluto dominio del chavismo.  La campaña en cuestión habló de un supremacismo blanco y otras lindezas de quienes, además de soslayar la catástrofe humanitaria  deliberadamente creada, implicados en un genocidio activo y pasivo, apelan a los disparates más asombrosos (y sombríos) de su cubana formación política e ideológica, si estos términos caben para quienes, torpemente, como Mario Silva, no saben que cuentan con el vicerrector académico como enclave en la Simón Bolívar, o – sabiéndolo –  desean facturarlo por ineficaz.

Mil veces fotografiados por personas ajenas a la universidad, los profesores citados, más el presidente del gremio docente, realizaron el foro sin la película, pues, la propia universidad negó todas las alternativas técnicas para exhibirla, como si de una carta de buena conducta se tratara, imaginándola como suficiente.  Nada dijeron, absolutamente nada, las autoridades universitarias, a pesar del evidente atentado contra la libertad de cátedra y la autonomía, agigantando moralmente a los estudiantes y docentes que dieron la cara por la casa de Sartenejas.