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El chavismo no es ni será democrático, y esto no depende de que los populistas de siempre quieran hacerlo ver así. Cuando escucho a algún dirigente de la oposición dialogante, afirmar que un chavista es democrático, sencillamente me siento estafado.

Puedo comprender perfectamente a un ciudadano, de cualquier instancia, que creyó ciegamente en el proceso de Chávez y su propuesta socialista, que hoy decida apartarse de un camino que solo ha destruido a Venezuela, puedo comprender la necesidad de su incorporación a la lucha por la libertad de nuestro país, así sea sólo para buscar ser exonerado de sus culpas, y hasta puedo trabajar y articular con ellos por una Transición democrática que conduzca a nuestra libertad.

Lo que no puedo entender, es como nos atrevemos como oposición política, a promover la narrativa de que la naturaleza de Chávez y su visión era democrática, a olvidar lo que este proceso le ha hecho a millones de Venezolanos: productores, campesinos, empresarios, comerciantes, militares, policías, estudiantes y ciudadanos.

Es la negación existencial de nuestros problemas, es afirmar que lo que ocurre hoy es una deformación del concepto original de su legado, es asumir la responsabilidad en conjunto de este proceso socialista destructivo cubano y, sin que sea menos importante, es tolerar lo intolerable, que significa aceptar que puede existir una corriente militarista, con profundas raíces totalitarias y clientelares que pueda llegar al poder y considerarse democrática.

No puedo aceptar, que bajo la impunidad de la dialéctica, eximamos de responsabilidad y culpabilidad, a quienes quizás jurídicamente gocen de beneficios procesales, a pesar de sus actos, en el arduo transitar que conlleva una Transición democrática. No puedo permitir, moralmente no puedo, que las familias separadas y de luto por los caídos en estos 20 años tengan que resignarse a denominar democráticos a los culpables de tales hechos.

Es despreciar a los Franklin Brito, a los que mueren por falta de medicina, a los que murieron asesinados por fuerzas militares que asumen con orgullo ser chavista y que deben ser reformadas, es resignarse con denominar democráticos a quienes promovieron el asesinato y la violencia como Círculos Bolivarianos y colectivos paramilitares.

Denominarlos o no Chavismo Democrático, es un juicio que no influye en su culpabilidad y responsabilidad ante la historia, cómo tampoco, cambiaría en su disposición legitima de salir de este desastre, porque viven la misma crisis que padecemos los venezolanos y muchos son perseguidos y encarcelados como quienes creemos realmente en una democracia liberal, por el mismo monstruo que alimentaron.

Su transformación en una corriente democrática es completamente valida y necesaria, pero eso no es producto de una manipulación de términos, sino de un proceso reflexivo propio, que debe basarse en aceptar internamente el fracaso del modelo y que debe estar acompañado de un arrepentimiento real para obtener el perdón de todo un país.

El chavismo ha entrado a su madurezy, nos sigue gobernando con su mirada de odio, su puño resentido y sus botas militares. Quienes pretendan separar el madurismo del chavismo desde el pensamiento democrático, automáticamente se convierte en un triste fracasado, un incapaz de poder escribir y hacer historia en Venezuela, en un agente de la sumisión y el entreguismo político que pretende no seguir asumiendo los costos políticos que demanda la ciudadanía.

 

Twitter: @FSMarcano