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Los venezolanos dentro, los más de cuatro millones en el extranjero – según reciente informe de Consultores 21 – y cientos de miles personas en el mundo han quedado perplejas al ver en pleno siglo XXI desde las pantallas de sus teléfonos móviles o computadores la ejecución de seres humanos que públicamente se rendían.

El caso de Oscar Pérez y sus siete acompañantes – contando la criatura que Lisbeth Ramírez llevaba en su vientre – tiene muchas lecturas, que pasan por la visible división entre las directrices que Maduro comunicaba al oficial a cargo del operativo, y quienes haciendo uso de paramilitares alteraban la supuesta orden. Pero, lo que es cierto, es que la narcodictadura ha decidido iniciar el año 2018 de la forma más radical.

La situación económica se les complica a pesar de que el barril del petróleo haya estado incrementándose a lo largo de estos últimos días, la producción de PDVSA cae abismalmente y su situación financiera bien conocida está; las sanciones empiezan a encerrarlos y el Petro ya está en la mira del Departamento del Tesoro, por lo que ningún ciudadano o corporación estadounidense podría transar con esta nueva criptomoneda; conocen la situación y por eso deben controlarla a como dé lugar.

El hambre y la miseria responden a mecanismos de control que planificados desde La Habana son ejecutados en Venezuela como políticas de Estado por la Narcodictadura. Siguen el típico modelo del perro que al tener una mala conducta se le reprende con uno, dos y quizás tres días sin comida; donde al cuarto día, al darle comida, este no solo procurará tener una mejor conducta, sino que también se conformará con las migajas recibidas.

El caso Oscar Pérez permitió al Estado de una vez por todo decirle al mundo y al país en público que su respeto por la dignidad a la vida de un ser humano no existe y que la revolución está dispuesta sin escrúpulos a llevarse a todo aquel que realmente la oponga. Radicalización que envía una señal clara a los venezolanos: permanecer bajo opresión o huir a como dé lugar.

Dentro de los bandos del oficialismo quienes tienen más claro este escenario son los que más envueltos sus historiales están en quizás el genocidio más trágico de nuestra región y del mundo en lo que va de siglo. Unos podrán pedir asilo, otros trataran de fugarse de la justicia como puedan, pero otros, están condenados a no abandonar Venezuela y ante esto necesitan radicalizar su proceso para aferrarse aún más.

Desde la ejecución hasta la inhumanidad de no permitirle a los familiares darles Santa Sepultura a sus seres queridos, la arremetida final de la narcodictadura ha comenzado en menos de veinte días del 2018, y ante esto debemos ser firmes y recordar que el mejor espíritu heroico yace en cada ciudadano.

Habrá quienes sigan jugando democracia con el régimen, que no es más que otra política muy bien planificada desde Cuba; habrá quienes se desilusionen y huyan; pero también habrá ciudadanos dispuestos a enfrentarlos y negados a que ellos ganen la guerra, que pasa por robarnos la esperanza.

A estos últimos les recuerdo, que nuestro secreto de lucha ha de ser el amor de nuestros principios y no el odio al enemigo, porque en odio y maldad ellos nos vencerán siempre. Es una batalla existencial y profundamente espiritual donde la dignidad humana y la libertad han de ser nuestras banderas.

Esta lucha llevará el nombre de Oscar Pérez, pero también de Neomar Lander, de Franklin Brito, de los hermanos Fadould y de todos aquellos que en 19 años fueron asesinados – públicamente o no – por defender sus principios y no dejarse robar su esperanza.

Honremos su firmeza.

Fabio Valentini

@FabioLValentini