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Uno de los grandes paradigmas que Carlos Rangel siempre planteó a lo largo de su nada corta trayectoria pública fue la llamada mentira constitucional, idea bajo la cual amparaba todos esos engaños –grandes y pequeños por igual- que los hispanoamericanos teníamos por costumbre crear para combatir los sentimientos de inferioridad que de vez en mes nos asechaban. Por lo general, estas mentiras permitían justificar sofismas centrales para nuestras sociedades, dando un alivio temporal ante nuestras fallas pero haciendo de estas más y más insuperables, hasta que la crisis inevitable hacía del engaño un constructo inviable.

Viendo las discusiones, conversaciones y críticas que han ido apareciendo y profundizándose a lo largo de la larga crisis económica que estamos viviendo, no puedo evitar pensar que nuestra sociedad se ha vuelto víctima de su propia mentira, o más acertadamente, su propio engaño. Al ver cómo ha colapsado el modelo de repartición de renta arbitrario y demagógico construido bajo el epitome de socialismo del siglo XXI, gran parte de nuestra sociedad ha alzado la voz en defensa de lo que considera su derecho, entendiéndose esto como su beneficio correspondiente a aquel sistema.

Siguiendo esta lógica, hemos visto un desfile interminable de personas de los más amplios espectros e intereses sociales desfilar por todos cada uno de los espacios de opinión que aún quedan en el país –que es preciso recordar, no son muchos. Desde viajeros que reclaman por sus dólares preferenciales hasta burócratas que luchan por evitar a toda costa el fin de sus privilegios, asumiendo todos y explicando y defendiendo porque su interés es más importante que los demás para la patria, o el país, o cualquier epítome similar.

A la sombra de estos reclamos, ciertamente carnavalescos y superficiales, han ido surgiendo dramas más elementales y terribles para quienes son sus protagonistas. Comenzando por los miles de pacientes oncológicos condenados a una agonía cruel e inhumana por la inexistencia de los suplementos básicos para sus tratamientos, pasando por los niños que nacen condenados a un crecimiento malsano por la imposibilidad de acceder a los nutrientes más básicos y llegando a quienes deben dedicar su existencia buscando esa pastilla que les dará un día más de vida para buscar la siguiente, muchos pagan con su muerte el descalabro de un esquema que los ha condenado al ostracismo.

Ante tal realidad, dramática y dolorosa para quien sienta este país, no hemos sabido responder con las verdades que en muchos casos sabemos ciertas. Una de las respuestas más comunes es el cínico debate sobre que debe tener más ‘prioridad’ en la crisis, siendo el control de cambio la principal arma para asignar tal importancia. Tal planteamiento nos ha llevado a discutir elecciones tan draconianas como el tipo de vidas que debemos salvar, la clase de estudios que deberíamos financiar o la comida que tenemos que importar.

Esta discusión sin sentido – una más de nuestras mentiras- nos ha llevado a evitar asumir la realidad palpable a la vista: no tenemos la capacidad real de elegir ninguna prioridad. Viendo la destrucción de todos los sistemas fundamentales para una economía normal, en especial el sistema de precios y de asignación de capital, el colapso de la administración pública y la caída de los ingresos reales a niveles ínfimos, no tenemos los mecanismos para sostener siquiera una versión ínfima de un sistema que al final solo logró repartir miseria para todos por igual.

Es deber de todos los que queremos rescatar nuestra nación no solo advertir, sino desafiar tal realidad, por más impopular que sea. Es momento de hacerle ver a nuestra sociedad que debemos conjurar todos nuestros esfuerzos en asumir los costos del único ajuste que puede rescatar nuestra nación,  el desmantelamiento sin paliativos de los controles económicos y sociales, protegiendo exclusivamente a aquellos que no tienen el tiempo ni la fuerza para sobrevivir tal transición. Necesitamos el liderazgo político que asuma el peso y el costo de guiarnos ante los tiempos más oscuros de nuestra historia republicana, de manera tal que podamos retomar la marcha hacia el futuro sin engaños ni mentiras, asumiendo un camino donde la verdad nos garantice nunca más tener que escoger el tipo de vida, o muerte, que deben sufrir nuestros ciudadanos.

Twitter: @Dabiel_Jose