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Ya estamos en 2016 y 17 años han pasado desde que la revolución bolivariana, liderada por el ex presidente Hugo Chávez llegara al poder prometiendo el cambio tan anhelado por los venezolanos en aquellos días del siglo XX. El oriundo de Sabaneta se presentaba como alguien capaz de darle a la gente lo que pedía, un gobierno que se ocupara del pueblo. Pero nadie, a pesar de las advertencia de algunos personeros de la política, contaba con la loca idea que este señor traía entre ceja y ceja, sumir a la nación en un proceso que aun al día de hoy solo ha dejado una estela de hambre y miseria, el Socialismo del siglo XXI.

Tan nefasto es el capitalismo mal utilizado como el socialismo mal utilizado. No son las ideologías como fueron concebidas las que hacen daño, sino los malos líderes que vician su ejecución por ambición o ineptitud.

El socialismo como dogma político se basa en valores y principios muy loables. Es una ideología que plantea igualdad, plantea trabajar en función del bien común y no del particular, plantea la justicia social como piedra angular de los organismos gubernamentales y como marco de las políticas de Estado. Siendo así, ¿Quién podría manifestarse fehacientemente en contra de alguno de estos planteamientos así como están descritos? Creo que nadie.

Por su parte, el capitalismo genera bienestar, genera progreso, genera riqueza, plantea una cadena de sucesivos pasos para agregar valor y elevar el nivel de vida, y sobre todo, establece una correlación directa entre esfuerzo y bienestar económico a nivel personal, empresarial y nacional. El que más trabaja y mejor controla sus gastos tiene una estabilidad económica mayor que el que trabaja menos y despilfarra. Una vez más, en términos generales y simplistas, todo tiene el mayor sentido.

Ahora vayamos a la práctica. El socialismo extremo peca de romántico, de utópico.  Es como el esposo que habla del amor a su mujer y sus hijos, pero no trae de comer a la casa y los tiene pasando hambre (como está pasando actualmente).  El capitalismo extremo es sumamente nocivo para la condición humana. Enajena al individuo en función de su valor comercial de trabajo y potencial de consumo, y en el acto de masificarlo lo degrada.

No hay duda alguna que lo anterior sea cierto. Dos modelos que polarizan, en discurso, a la población venezolana de boca de sus vociferantes líderes. A todas estas ninguna es más que la otra. Lo más idóneo es encontrar el balance entre ambas corrientes, donde convivamos todos en un esquema en el que se toma lo positivo de cada propuesta, y desarrollemos nuestra propia ideología, en algún punto medio adaptado a la realidad venezolana.

Soy de oposición por dos razones fundamentales:

1)- Principios: no apoyo regímenes ni autoridad alguna que intente desconocer, menospreciar y anular al que piense distinto mientras protege ciegamente entre sus partidarios, incluso a los que hacen daño a la nación.

2)- Hechos: la tercera inflación más alta del planeta, desempleo, escasez de comida y medicinas, inflación, falta de servicios básicos y de seguridad social, desabastecimiento y una delincuencia impune a todo nivel es sencillamente inexcusable.

Hoy a los venezolanos solo nos unen las mismas calamidades, partiendo de esto, es necesario que juntos le plantemos cara al futuro, futuro opaco, lejano, pero que está ahí, sólo falta que de una vez por todas nos pongamos de acuerdo para sacar al país adelante y reconstruirlo a partir de lo poco que queda.

Pero para que algo así suceda, debemos promover la reconciliación nacional y unidos promover el cambio político que necesita nuestro país.

La idea de Reconciliar social, económica y políticamente al país es el camino correcto a un mejor futuro.

@joxeantonio